La proclamación del 22 de abril como Día Internacional de la Madre Tierra supone el reconocimiento de que la Tierra y sus ecosistemas nos proporcionan la vida y el sustento a lo largo de nuestra existencia. También el reconocimiento a la responsabilidad que nos corresponde, como se expone en la Declaración de Río de 1992, de promover la armonía con la naturaleza y la Tierra a fin de alcanzar un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras.
No puede omitirse que la mitad de la población del planeta vive en ciudades, y que resulta indispensable ayudar a que éstas sean más sostenibles y reducir su huella de carbono. En ese contexto existen tres elementos que resultan clave: la energía, la infraestructura y el transporte. En materia energética, la mayor parte del mundo actual posee estructuras obsoletas de generación que no sólo resultan ineficientes, sino contaminantes. Es imprescindible promover una transición a fuentes de energía renovables.
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